Inmaculada González Cabrera, responsable del grupo de Turismo en el Instituto Universitario ECOAQUA de la ULPGC interviene en una conferencia internacional web sobre el futuro inmediato del turismo ‘post-COVID19’
El turismo colaborativo podría ser el primero en reactivarse tras la crisis del Coronavirus por ser una fórmula económica e ideal para que las familias puedan mantener las medidas parciales de aislamiento que el gobierno central prorrogará a buen seguro durante 2020.
Así lo afirmó ayer Inmaculada González Cabrera, responsable del Grupo de Turismo, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente (TOTMA) del Instituto Universitario de Acuicultura y Ecosistemas Marinos Sostenibles (IU-ECOAQUA), durante su participación en la Conferencia Web Internacional sobre los Impactos Legales de COVID19 en la Industria de los Viajes, el Turismo y la Hostelería (International Web Conference on the Legal Impacts of COVID19 in the Travel, Tourism and Hospitality Industry), organizada del 20 al 24 de abril por ESTHE (Estoril Higher Institute for Tourism and Hotel Studies) y la Fundación INATEL (ambas de Portugal), así como las universidades de Salamanca (España) y Milano-Bicocca (Italia).
La profesora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), subrayó que es evidente que, en una situación de crisis económica como esta, las familias deben hacer primero frente a las necesidades más inmediatas para su supervivencia, pero que en una segunda fase de estabilización se podrán plantear gastos más superfluos, entre los que se encuentra el disfrute de unos días de ocio y en los que la alternativa podría ser la economía colaborativa para lograr unas vacaciones menos costosas. En esta ‘nueva normalidad’ que nos espera tras el COVID-19, las familias apostarán por medidas algo más seguras que les permitan una interacción social más limitada.
Según Inmaculada González, Canarias, cuyo PIB dependen en un 35% del turismo, debe ahora plantear el relanzamiento de este sector como un todo integrado y no sujeto exclusivamente al estándar profesional de la hotelería o de las grandes compañías de transporte, sino que conjuntamente con estos el sistema colaborativo debe ayudar a potenciar la actividad turística como un todo integrado, en un momento en el que es muy probable que buena parte de las familias puedan verse afectadas por el cierre temporal de empresas y por la paralización de la actividad económica general, y que el turismo comience a crecer de forma lenta, primero en proximidad, para avanzar lentamente hacia destinos más lejanos.
En esta línea, la profesora de Derecho Mercantil de la ULPGC sostuvo, tal y como sugirió hace unos días el Círculo Turístico de Canarias, asociación que representa a los sectores no hoteleros que dependen de forma directa o indirecta al turismo (vivienda vacacional, inmobiliario, ocio, comercio, restauración, salud, transporte y la construcción), que es evidente la debilidad del sector turístico del Arhcipiélago expuesta por la crisis del COVID-19, y su alta dependencia de empresas foráneas: OTA´s, touroperadores, compañías aéreas, entre otras.
Por ello asume la propuesta del citado círculo que propone la creación de «una plataforma en la que tenga cabida toda la oferta turística», incluyendo obviamente la oferta alojativa tradicional y la de viviendas turísticas, pero también «la de ocio, salud, belleza, bienestar, transporte, restauración, rent a car, creando nuevos productos segmentados y específicos», a fin de abrir nuevas vías de comercialización de la oferta plural que ofrece Canarias, liderando una iniciativa a nivel nacional e internacional que no se ha trabajado hasta el momento.
Dos vías económicas para viajar según presupuestos
La especialista explicó cómo hasta ahora la economía colaborativa ha trabajado con dos tipos de plataformas, las que prestan un servicio de arrendamiento similar al empresariado tradicional, como las plataformas AirBnb, Homeaway, Wimdu o Booking; y las plataformas de consumo de hospitalidad e intercambio como HomeExchange, Couchsurfing y Love Home Swap, ejemplos perfectos, en su opinión, de las llamadas plataformas colaborativas en estado puro, entendidas como aquellas que presentan una intervención neutra en las transacciones que realizan sus usuarios, con una contraprestación de carácter no económico y sin ánimo de lucro, y que por tanto, encajan perfectamente en el paradigma de consumo colaborativo.
En este segundo caso, la responsable de TOTMA explicó que lo relevante con este tipo de plataformas de intercambio es que se basan en la creación de una comunidad propia en la que sus miembros, a partir de una determinada cuota, pueden publicar sus ofertas y sus demandas, así como convenir los pactos que consideren de mayor interés a través de la propia web, cimentándose, como siempre, en la confianza y reputación de la propia red social y de los usuarios.
Este tipo de plataformas, subrayó, no cuentan con activos propios, no existe precio a pagar, ni predispone la contraprestación –más allá de la posibilidad del intercambio de la propiedad o la posibilidad de alojarse en el sofá del huésped si este puede acoger en el futuro a su anfitrión-, tampoco predispone las cláusulas contractuales, ni tiene control sobre el suministro de la prestación, por lo que estas plataformas tendrían la condición de prestadores de servicios de la sociedad de la información.
En este tipo de turismo colaborativo, además, hay que recordar que al ser inexistente o más bajo el coste en alojamiento, el turista suele reservar el grueso de su gasto en destino, por lo que contribuye de forma notoria al sector del ocio y la restauración, pudiendo así servir de motor al resto de la oferta turística.