Una vez en la orilla, los rodolitos o ‘confites’ se asemejan a las populares “roscas, cotufas o palomitas de maíz”, algo que ha convertido a algunas playas canarias en un reclamo turístico, provocando que su imagen se extienda en las redes sociales bajo el hashtag #popcornbeach
La capacidad para formar depósitos de carbonato y su extensión dentro del archipiélago hacen de las comunidades de rodolitos, algas conocidas popularmente en Canarias como confites o cotufas, uno de los principales sumideros naturales de carbono con los que cuentan nuestras islas.
Su importancia para la conservación de nuestro ecosistema, así como el escaso conocimiento existente, han motivado la puesta en marcha de una investigación específica por parte del grupo BIOCON del Instituto Universitario de Acuicultura y Ecosistemas Marinos (IU-ECOAQUA) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), que lleva desarrollándose desde 2016 a través de varios proyectos de investigación financiados por el Campus de Excelencia Internacional (CEI) de la ULPGC.
Los rodolitos son algas rojas no sujetas al fondo del mar capaces de sintetizar un esqueleto de carbonato, que suelen cubrir grandes extensiones, apareciendo en zonas someras o poco profundas, hasta el límite de la zona donde llega una luz más tenue. En nuestro Archipiélago se desarrollan principalmente entre los 15 y los 100 metros de profundidad.
La presencia de estas algas es frecuente en los fondos que rodean las ocho islas y en muchas de sus playas, aunque suele ser más notable en las islas orientales, que son las que cuentan con mayor plataforma insular y atesoran más edad geológica. Cuando están vivos, su color es rosado o violeta y una vez finalizado su ciclo de vida pierden esta coloración y se vuelven blancos.
Aunque en los fondos marinos su tamaño suele ser considerable, el fruto de la acción de las olas y las corrientes hace que en la costa se puedan recoger simples fragmentos del esqueleto del alga original. Una vez en el litoral se identifican fácilmente porque se asemejan a las populares “roscas, cotufas o palomitas de maíz”. De hecho, su original forma ha potenciado que algunas playas de Fuerteventura que cuentan con grandes depósitos, como Majanicho o El Bristol, se hayan convertido en un atractivo turístico y en todo un fenómeno en las redes sociales; una tendencia que se suele destacar con el hashtag de #popcornbeach para identificar sus imágenes.
Aunque parezca mentira, el crecimiento de estos rodolitos es extremadamente lento, alrededor de 1 milímetro al año, lo cual lo convierte en un perfecto “grabador del clima”, dado que las bandas de crecimiento que aparecen en su esqueleto se pueden correlacionar a períodos de calentamiento, especialmente en la estación del verano, o incluso también con períodos de nubosidad. Además, sus fondos constituyen zonas de cría y refugio para multitud de especies marinas.
Lucha contra el cambio climático
La lucha contra el cambio climático aborda muchos frentes diferentes y uno de ellos es el mantenimiento de los sumideros naturales de dióxido de carbono, como son los bosques, selvas, en la tierra, o los arrecifes de coral y las praderas de algas en el mar.
Los fondos de rodolitos son parte importante de esta lucha, ya que absorben carbono de la atmósfera mediante la fotosíntesis. La acumulación de sus depósitos, pues, constituyen una fuente importante de carbono azul, tal y como se denomina al carbono orgánico capturado por los ecosistemas marinos, especialmente a través de los pastos marinos, las marismas y los manglares, que al encontrarse cerca de la franja costera, pueden verse sometidos a la interacción con diversas actividades humanas.
En Canarias, salvo alguna publicación en los años 80 sobre aspectos florísticos, el conocimiento sobre su extensión, los servicios ecosistémicos y el estado de conservación es realmente escaso.
Los trabajos que están realizando los investigadores del IU-ECOAQUA Francisco Otero-Ferrer, Fernando Tuya y Ricardo Haroun, que comienzan a verse plasmados en publicaciones científicas, se han centrado no sólo en el análisis morfológico de estas algas, sino también en la puesta a punto de técnicas acústicas como el sonar de barrido lateral, que permite delimitar la extensión y monitorización de los hábitats marinos que conforman los fondos de rodolitos.
Los investigadores del IU-ECOAQUA han acompañado este proceso con la grabación de imágenes submarinas para validar los resultados, y así establecer una proporción aproximada de su existencia en nuestros fondos marinos. Esta primera fase exploratoria se ha centrado en la Bahía de Gando, en el municipio de grancanario de Telde, aunque también se han obtenido resultados en otras zonas próximas a la capital como Las Canteras o el Confital, playa que justamente debe su nombre a la existencia de estas algas.
Los resultados de la investigación llevada a cabo por los miembros de ECOAQUA promete aportar más información de gran utilidad para la gestión y conservación de estos ecosistemas marinos, así como para cuantificar el grado de contribución de los fondos de rodolitos del archipiélago en la lucha contra el cambio climático.